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Gianluca Magi
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Mullah Nasruddin

 

«Esfuerzate, siempre y en todo, por obtener a la vez
lo util para los demas y lo agradable para ti mismo»

- Lema atribuido a Mullah Nasruddin

 

 


El hecho de que sea perfectamente posible transmitir la quinta esencia de una enseñanza a través de anécdotas y dichos populares elaborados desde la vida misma, lo testifica ampliamente Mullah Nasruddin, el Sabio de los Sabios.
Mullah Nasruddin es un legendario y excéntrico maestro que tiene la más alta consideración dentro de los ambientes sufi.
De la presencia de Nasruddin este Sitio se impregna enteramente, y a él es dedicado.

Una de sus muchas particularidades es la de estar presente, bajo diferentes disfraces culturales, de Pekín (Nasreddin Effendi) a Samarcanda (Juhà), de Bujarà (Juhì) a Estambul (Nasreddin Hoça), de Tirana (Nastraddin Hoxha) a Jerusalén (Jocà), de Jartum (Jawhì) a Mogadiscio (Juxa), de Fez (Zha) a Mesina (Giufà).
Aunque alguien le atribuya una biografía e incluso una tumba (en Aksehir, Turquía), Nasruddin es una figura universal fuera del espacio y del tiempo que huye de toda caracterización. No se sabe quién fuera realmente, dónde y cuándo haya vivido. Pero lo que importa de verdad es su mensaje penetrante y regenerativo, subversor de todo rígido esquematismo mental.

Sus parábolas, introducidas en Turquía por el gran místico persa y maestro sufi Jalaluddin Rumi para ilustrar al discípulo los aspectos más profundos de su enseñanza, deben entenderse como una especie de espejo mágico en que es posible reflejarse y ver la realidad esencial de sí mismos.

Frente a Nasruddin te sientes como privado de la máscara que nos solemos poner en la relación con los otros y con nosotros mismos. ¡Incluida, por ejemplo, la máscara de la amabilidad! De hecho, una de las enseñanzas de Nasruddin es: no nos ilusionemos que una mera actitud virtuosa sea el criterio de nuestra espiritualidad. Podría ser, en cambio, sólo una máscara de nuestro egoísmo con que nos concedimos el gusto de complacer a los demás.

Nasruddin es, en ese sentido, el arquetipo del viejo sabio que nos ilumina el camino precisamente cuando lo creemos luminoso.

 

A fin de ilustrar las maneras habituales de que la mente funciona, y los prejuicios de que no nos percatamos, Nasruddin no teme adoptar, según la necesidad, el papel de malhechor  o de filántropo, de tipejo o de persona de bien, de sabio o de idiota, de astuto o de tonto. En ese sentido, Mullah Nasruddin encarna la modalidad de enseñanza usada en la Senda de la Crítica (persa, Rahimalamat), en base a la cual se achaca a sí mismo una mala acción para enseñar al discípulo como portarse, sin criticarlo directamente. La crítica directa, de hecho, haría movilizar inmediatamente las resistencias del discípulo impidiéndole así aprender. Al contrario, cuando una persona ve a alguien haciendo o diciendo algo, propenderá a juzgarlo a través de sí mismo. Esto es lo que Rumi llamaba «Ponerse delante de un espejo y decir que la imagen es de otra persona».
De hecho, es más sencillo conseguir insights observando la conducta de los demás, porque los demás son como espejos. Cada individuo que encontramos es un espejo que gira alrededor nuestro. Observar a los demás es una manera de observarnos a sí mismos, y es más sencillo porque no estamos implicados en eso. Si logramos observarlo, veremos reflejados en nosotros unos “defectos” nuestros y/o unas calidades de que no eramos directamente conscientes. Y, sin embargo, a través de los demás nos volveremos conscientes de eso. Es más facil, por ejemplo, ver la estupidez en los demás que en nosotros. Pero, al ver la estupidez del otro, tal vez nos volvamos conscientes de que es la misma en la que perseveramos.
Hay un ejemplo que lo hace entender mejor. Para evidenciar la cuestión de la persona presumida que no entiende que la aparencia no es necesariamente la realidad, a Nasruddin no le cuesta tomar el hábito del bobo del pueblo. Como en el siguiente cuento:
El que consideraban el bobo del pueblo estaba sentado sobre una tapia por el borde de la calle pescando en un cubo de agua.
Se acercó el erudito del pueblo, que con aire de soberbia se carcajeó:
"So tonto, ¿cuántos mordieron el anzuelo hoy?"
"No muchos, Eminencia. ¡Usted es el primero!"

[Extraído de mi libro, La Via dell’Umorismo. 101 burle spirituali (La Vía del Humor. 101 bromas espirituales), Vicenza 2008].


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